jueves, 18 de marzo de 2010

Desaparece fuente ornamental de la Plaza Voluntad de Acero

Lázaro Cárdenas, Michoacán.- La fuente ornamental que remataba el excepcional coso de la Plaza Voluntad de Acero simplemente desapareció. Esa estructura geométrica de metal, que en su origen se encontraba adosada de espejos para crear un arco iris permanente, habría sido desmontada presumiblemente por ArcelorMittal, quien ha argumentado que la plaza se encuentra dentro de un predio de su propiedad que mantiene cercado.


Quien haya ordenado la remoción de esa fuente de unos 12 metros de altura, de la cual se dice que fue diseñada por célebre arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, ha despojado a Lázaro Cárdenas de una parte de su patrimonio histórico.

Junto a otros monumentos como el de la antorcha de Los Tres Grandes, ubicada en la plaza Benito Juárez; el del Minero, en el entorno de la glorieta de Las Universidades, y la de Melchor Ocampo, situada en la avenida Lázaro Cárdenas, la fuente de la Plaza Voluntad de Acero contuvo un profundo significado para la población local, porque fue erigida para reconocer el esfuerzo y la capacidad de logro de los constructores (obreros, técnicos y profesionistas) del complejo siderúrgico SICARTSA. Justamente de ahí el nombre de la plaza.

Al margen de la pugna legal por la propiedad de la Plaza Voluntad de Acero, su fuente y el predio donde se emplaza (que se mantiene como un proceso jurídico soterrado del que nadie quiere hablar), siempre se consideró que este coso y su extraordinaria y artística fuente estaría a salvo por su valor histórico.

Pero hoy algo muy grande le falta a la ciudad. En alguno de los recientes días la Plaza Voluntad de Acero sencillamente amaneció sin su fuente, de la cual también se ha sostenido que se trataba de un reloj solar.

No es exageración señalar que la nueva avenida que corre paralela a la Voluntad de Acero luce extraña, triste y sombría. Ya no está ese extraordinario y artístico remate, que si bien se mantuvo semioculto a falta de una vialidad que lo exhibiera permanentemente, la gente de la ciudad sabía que estaba ahí y que, de algún modo, despertaba un sentido de propiedad, de identidad.

Al descubrir ese faltante algunos pensaron que su vista los engañaba, pero no. Simplemente ya no estaba ahí.

Aquí se presentan dos gráficas, donde puede apreciarse la desaparición de la singular fuente. -o0o-