viernes, 19 de septiembre de 2008

Una protagonista en los sismos del 19-20/Septiembre


Lázaro Cárdenas, Michoacán.- Ninguna ceremonia especial ha sido anunciada oficialmente (al menos hasta el cierre del presente despacho), para conmemorar el 23 aniversario de los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985, excepto la realización de una serie de simulacros en distintas instituciones que se desarrollarán a partir de las 7 horas, a pesar de haber sido Lázaro Cárdenas la ciudad más próxima a los epicentros de los terremotos y que no obstante su intensidad solo provocaron en este lugar la muerte de tres personas.

No obstante, el sismo del 19 de septiembre de 1985 resulta imborrable; provocó un trauma social y fuertes daños a la infraestructura de Lázaro Cárdenas, particularmente a las empresas Sicartsa y Fertinal, las cuales debieron suspender su operación en condiciones de emergencia.

A manera de conservar en la memoria uno de los más grandes acontecimientos experimentados por la tozuda población de Lázaro Cárdenas, reproducimos la siguiente entrevista realizada entonces a una empleada de la siderúrgica Sicartsa, apenas unos días después del episodio, pero que revela una parte del drama vivido al interior de esa empresa, cuyo nombre, incluso, ha desaparecido.

Martha Magaña, en aquel entonces de 22 años, era controlista en el Departamento de Informática de Sicartsa, área encargada, entre otras responsabilidades, de preparar la nómina para el pago de los aproximadamente siete mil trabajadores que entonces laboraban en la compañía.

Refirió Martha que a las nueve de la mañana de aquel fatídico 19 de septiembre ya había la certeza de que el equipo de cómputo no podría emitir la información necesaria para el pago del personal. Ese mismo día se tomó una decisión, y ella y seis más de sus compañeros, tres mujeres incluidas, volaron, vía Zihuatanejo, con destino a la ciudad de Monterrey, para intentar preparar la nómina en las instalaciones de Fundidora Monterrey.

“Tenía que ser así, porque solo pensábamos en los problemas que tendrían los trabajadores de no cobrar a tiempo sus salarios”, explicó entonces la controlista.

“Cuando nos dijeron cuál era la emergencia y cómo había que cubrirla me sentí confusa y con miedo. Me preocupaba dejar a mi familia, porque sabía que estaríamos varios días incomunicados y, además, ignorábamos que más podría ocurrir en las siguientes horas”, dijo Martha Magaña, quien contó que esa noche pernoctaron en la ciudad de México en una escala fuera de programa, donde comprendieron toda la magnitud de la tragedia, ya que la capital del país era prácticamente una zona de guerra por los destrozos y la gran mortandad.

“Ahí me sentí acobardada y quise regresar, pero ya estaba en la misión y entre todos nos dimos valor”, recuerda.

“Al llegar a Fundidora Monterrey al día siguiente, el 20 de septiembre, nos enteramos con gran preocupación que existían marcadas diferencias entre sus programas de procesamiento y los nuestros. Hubo que hacer arreglos, pero ya nada nos iba a detener. Fueron muchas, muchas horas de trabajo y no había tiempo para dormir, pero sabíamos que los trabajadores de Sicartsa confiaban en que no les quedaríamos mal”, relató la empleada de Sicartsa.

“En esas horas de angustia fuimos informados que otro sismo se había sentido en Lázaro Cárdenas y yo me fui a un lugar solitario a llorar. No había manera de comunicarse a Lázaro Cárdenas, excepto por una señal de radio de la empresa que estaba saturada y las noticias eran muy tardadas y confusas”, explicó.

Dijo que el ejemplo de sus compañeras de equipo fue una muestra de valor que la marcó para siempre, porque todas ellas eran mamás y tuvieron que dejar en Lázaro Cárdenas a sus hijos y esposos durante aquellos días, y veía como trabajaban incansablemente en medio de la angustia que sentían. “Yo quería llorar sabiéndome tan lejos y con escasas noticias de mi familia, pero me aguantaba al verlas a ellas que no se quejaban”, expresó la entrevistada.

Mencionó Martha en aquella entrevista que poco menos de una semana después ya estaban de regreso en Sicartsa, donde le tocó atestiguar el pago oportuno de los salarios a los trabajadores, como si nada hubiese ocurrido, “pero todos sabíamos que a cada uno nos había tocado hacer algo para volver a esa normalidad que ansiábamos. Yo tuve en ese momento sentimientos encontrados, quería llorar pero me dio por reír, con una satisfacción que no podré olvidar, porque tal vez nadie sepa lo que hicimos, pero yo lo sé, y eso me llena del orgullo que siento por mis compañeros”.

Martha Magaña, originaria de Uruapan, ignoraba entonces que unos dos meses después, un órgano de difusión interno de Sicartsa reprodujo un artículo donde se describieron las acciones destacadas del personal de la empresa inmediatamente después de los sismos, y entre ellas figuraba su participación, que simbolizaba la del equipo del Departamento de Informática que viajó a Monterrey, lo que le mereció el reconocimiento de muchos mineros. –o0o-