jueves, 24 de junio de 2010

Cuatro para enfrentar a los gigantes del mar


* Una tarea tan extraordinaria como anónima.
* Es curioso, pero los artífices del cotidiano tráfico de los grandes navíos en el puerto local nunca están en el escenario de los grandes logros de la terminal marítima michoacana.

Lázaro Cárdenas.- En México solo existen cuatro pilotos de puerto para maniobrar el ingreso y salida de los gigantes del mar, y ellos realizan esta delicada y altamente riesgosa acción en el Puerto de Lázaro Cárdenas, único capaz de recibir los enormes navíos Post Pánamax y Cape Size.

Pero además, y por extraño que parezca, estos pilotos de puerto, que son experimentados capitanes, nunca requirieron capacitación ni entrenamiento previo para maniobrar estas modernas y monstruosas embarcaciones. Es más, ni siquiera supieron con anticipación de la llegada del primero de ellos al puerto michoacano, simplemente lo abordaron y se enfrentaron al nuevo reto basados en su larga experiencia.

Así lo revela el capitán y piloto de Puerto Ramón Mendoza, quien accedió a conversar sobre las intimidades de esta poco conocida, pero altamente delicada operación.

“Desde el primer momento nos preparamos sicológicamente”, cuenta Mendoza, al señalar que a mayor tonelaje y dimensiones del barco se presentan mayores riesgos, pero que lo más importante es la pericia del piloto de puerto y su práctica.

De acuerdo con las leyes nacionales e internacionales en la materia, un barco solo puede ingresar o salir de un puerto mexicano si es conducido por un piloto de puerto mexicano; al capitán de un barco con bandera extranjera no se le permite esta acción.

El episodio de cada maniobra inicia con el aviso al piloto de puerto para recibir al navío. Éste se embarca en un bote especial hasta unas dos millas mar adentro, después de la bocana del puerto. Su bote se tambalea, a la derecha y a la izquierda, en la medida que surca las aguas. Un distante punto aparece en el horizonte, es un gigantesco Post Pánamax. Minutos después el piloto de puerto estará escalando el casco del navío en lo que se considera el momento más peligroso de la operación, conocido como la “transferencia”.

El bote se alinea a lo largo del navío. Ambos continúan navegando al parejo. Hombres de la tripulación esperan en una portilla en el casco del barco, de la cual cuelga una corta escalera de mano. Cuando lo considera oportuno, el piloto de puerto salta desde el bote hasta esa corta escalera de mano y se aferra a ella para no caer y debe subir al interior del navío por ese potencialmente traicionero medio, aún si es de noche, y peor aún si hay marejadas.

A pesar de saberse que es un momento peligroso y lleno de adrenalina, el capitán Ramón Mendoza dice que es “una experiencia agradable, sobre todo cuando se tiene la vocación para este trabajo.”

Con todo, para él existe un momento más delicado aún: “El momento más difícil es cuando cruzas la escollera; en ese momento hay que poner en alerta los cinco sentidos para ingresar el buque, porque ya entrando al canal de navegación se puede decir que ya uno lleva controlado el buque con remolcadores y con máquinas. Pero aún tienes que calcular distancias –añade-, estar muy pendiente de la intensidad del viento, de la marejada, de las corrientes, tanto de la que entra y la corriente que sale del río; de las corrientes transversales, porque tenemos diferentes corrientes marinas al ingresar.”

Aquí cuentan las condiciones metereológicas, la visibilidad, el viento, las variaciones de la marea. Una absoluta precisión se hace indispensable para cruzar el canal de acceso al Puerto de Lázaro Cárdenas. No puede haber fallas, un monstruo de estos, de miles de toneladas, no puede detener su impulso como si fuera un vehículo.

El encuentro

Una vez abordo, los dos capitanes (el del navío y el piloto de puerto) se encuentran. El capitán Ramón Mendoza describe así este momento: “No hay protocolo, pero es una presentación muy importante. Es como dos boxeadores que se estudian antes del primer round; es un reconocimiento visual entre ambos; es una cuestión que podría decirse sicológica, porque desde el momento en que se presenta uno con el capitán del barco, éste inmediatamente te observa, y el piloto de puerto también observa al capitán, y uno mismo se da cuenta si el capitán del navío es nervioso o no, o al revés.”

“Yo creo que un capitán de barco siempre va a tener un grado de desconfianza, porque el barco es su responsabilidad; él es el representante del armador, pero es una conducta normal. Hay un saludo, un choque de manos, nada de protocolos. Cuando el capitán del barco ya conoce al piloto de puerto, la situación es más tranquila, ya no hay pendientes.”

El capitán Ramón Mendoza dice que quien conduce el barco, ya sea el capitán del navío o el piloto de puerto, sabe que tiene en sus manos la responsabilidad de millones de dólares, y aunque las leyes internacionales establecen que el capitán del buque no deja de tener su responsabilidad, éste se ubica al lado del piloto de puerto, y es éste quien da las órdenes al timonel en turno, al oficial del telégrafo de la máquina, y le va dando las instrucciones al capitán del barco y dirigiendo por radio la maniobra de los remolcadores.

Después de un tiempo que parece eterno y de varias órdenes en un lenguaje técnico, el buque se aproxima al muelle con su marcha disminuida hasta un punto convenido, donde el piloto de puerto regresa el mando del navío a su capitán. Ahí termina la maniobra del piloto de puerto, aunque el ingreso de cada buque al puerto es en si mismo excepcional, único y peligroso.

El capitán Ramón Mendoza, con unos 25 años de experiencia como piloto de puerto, dice que ha ingresado y sacado del puerto cuando menos unas 20 embarcaciones de grandes dimensiones. El más grande de ellos fue el Adrian Maersk, que es el de mayores dimensiones en haber ingresado hasta hoy al Puerto de Lázaro Cárdenas, con 354 metros de eslora (largo) y 45 de manga (ancho).

Por cierto, el arribo del Adrian Maersk al puerto local no fue objeto de ninguna ceremonia, a pesar de tratarse de un hecho histórico. De no ser por la cobertura periodística, que fue más por iniciativa de los medios que de las autoridades portuarias, el acontecimiento habría pasado prácticamente desapercibido.

El orgullo

Refiere el capitán Mendoza que cuando llegó a Lázaro Cárdenas el primer buque de la naviera Maersk, con 328 metros de eslora, le tocó a él ingresarlo, y que en esa ocasión acudieron pilotos de puerto del Canal de Panamá para presenciar la maniobra, porque por esas fechas era también la primera vez que llegaría a un puerto de Panamá uno de esos gigantes.

“Pero a nosotros en ningún momento nos dijeron que iba a llegar un barco de tales dimensiones. Nos agarraron por sorpresa, y afortunadamente todo salió bien. Si a nosotros nos hubieran mandado para ver cómo le hacían otros pilotos de puerto nos habrían mandado a Japón. Para nosotros es un orgullo el sentir que aunque es la primera vez que vienen de otro lugar a ver la maniobra que hicimos, ésta fue tan normal como si hubiésemos ingresado cualquier otro buque.

Actualmente se sabe que una vez que se abrió la mega Terminal de Contenedores de HPH y empezaron a llegar los Post Pánamax, la Administración Portuaria Integral pagó los gastos para que los pilotos de puerto locales acudieran a cursos con simuladores en Miami, Florida, pero no todos fueron, al considerar que, en todo caso, eso debió ser antes de ingresar estos grandes navíos al puerto y no después, además de que ellos, los pilotos de puerto, no están de acuerdo con la práctica de los simuladores porque creen firmemente que el mejor entrenamiento es la práctica real.

En el Puerto de Lázaro Cárdenas operan solo cuatro pilotos de puerto, que en un lapso de 24 horas pueden realizar hasta 10 maniobras de ingreso y salida de embarcaciones, como ya ha ocurrido. -o0o-