sábado, 21 de marzo de 2009

CIUDAD Y VIALIDADES CARRETERAS EN JAQUE * LC se convierte peligrosamente en caja de resonancia


Lázaro Cárdenas, Michoacán.- Sol, carretera, manifestantes, policía, caos vial, irritación, consignas, tensión, alertas y resignación, fueron algunos de los principales elementos que conformaron la jornada del día de ayer en la micro zona del bajo Balsas, cuando algunos cientos de afiliados de la Coordinación Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE Sección 18), ejidatarios de la isla de La Palma, miembros de la Asamblea Popular de Pueblos de Michoacán (APPM) y del Frente Popular Revolucionario (FPR), entre otros, realizaron marchas, manifestaciones y bloqueos temporales a distintos puntos estratégicos de la ciudad, del puerto y de la autopista Siglo XXI.

Pero hubo la ausencia de un ingrediente que debe destacarse: la violencia. No hubo el enfrentamiento entre manifestantes y cuerpos de seguridad pública que muchos pronosticaban que ocurriría. Hubo de todo, menos agresiones.

Poco después de las 10 de la mañana, el tramo carretero entre el entronque de ingreso a la ciudad y los llamados Puentes Cuates se vio ocupado en una de sus dos vialidades por los manifestantes, quienes sin haber revelado hasta ese momento la dirección de su movimiento, inesperadamente empezaron a marchar en dirección del “trébol”, que bifurca la autopista en dos salidas: una hacia la Isla de La Palma y la otra hacia el Recinto Portuario.

Hasta ese momento se conoció, incluso entre muchos de los propios manifestantes, que el contingente no marcharía a la entrada citadina al puerto, como se había previsto, sino se dirigiría hacia la isla de La Palma, bajo la consigna de “Gobierno entiende, la isla de La Palma no se vende”. Y la colorida marcha, salpicada de banderas rojas, sombrillas y sombreros, empezó a caminar sobre la carretera entre el pesado tráfico de vehículos de carga y automóviles que se trasladaban hacia Lázaro Cárdenas. Así como desafiaron el tráfico pesado, también provocaron un caos.

Unos dos kilómetros adelante, justo en el “trébol”, las fuerzas estatales del orden ya esperaban a los manifestantes, apostadas en cada una de las entradas a la isla de La Palma y al Recinto Portuario. Había tensión. La marcha continuaba sobre una de las vialidades de la autopista en dirección del “trébol”, y en la medida que se aproximaba a ese punto se iba estableciendo una primera valla de policías con arreos de choque.

El tráfico vehicular de ese lado de la carretera que quedó en medio fue paralizado, en tanto que el procedente de Morelia fue detenido mucho antes. Uno o dos camiones de carga refrigerados no se arriesgaron a esperar un tiempo indefinido y tomaron una desviación hacia la antigua carretera de entrada a la ciudad por el lado de Las Guacamayas. Del otro lado el tráfico era normal, pero escaso y lento.

El contingente de manifestantes llegó finalmente hasta unos cuatro o cinco metros de la valla policial y se detuvo. Se redoblaron las consignas en contra del gobierno estatal y el “ala charra” del magisterio, de oposición a la venta de la isla de La Palma, de reclamo a un proceso electoral copado por la burguesía, de exigencia para el retorno del petróleo a las manos del pueblo, etcétera. Nuevamente tensión.

Ahí, al frente, se encontraba Artemio Ortiz Hurtado, el secretario del CNTE, Sección 18. Dialogó brevemente con algún representante de las autoridades y nada conforme, a juzgar por su semblante, se retiró unos pasos y convocó a otros líderes para un “team back”. Decidieron entonces regresar sobre sus pasos, manifestarse frente al Palacio Municipal y establecer un bloqueo temporal en el último cruce citadino y el corto tramo que separa la entrada al puerto de Lázaro Cárdenas.

El regreso de los manifestantes al punto señalado fue el caos para el tráfico citadino. La marcha, incrementada sorpresivamente con el arribo de más inconformes, saturó la avenida Lázaro Cárdenas, una de las principales de la ciudad. Ya para entonces se notaba el rigor del sol y del clima sobre los marchistas, quienes habían cubierto una gran distancia en sus recorridos.

Llegaron al punto elegido y bloquearon el cruce. Otra vez las numerosas consignas, la exhibición de mantas y el sobrevuelo de un helicóptero de la policía sobre esa área de la ciudad.

Los automovilistas atrapados expresaban tanto su irritación como su resignación. En el interior de los vehículos el calor era abrasador. En el exterior algunos manifestantes buscaron la sombra de los árboles y los refrigerios en las tiendas disponibles.

En el otro extremo de la avenida, justo a la entrada al puerto, a unos 200 metros de la manifestación, estaba otra valla policial. En las cercanías se escuchaban las transmisiones por los radio portátiles: “Se han detenido en el cruce del semáforo”, “Si, si, todo tranquilo”, “No, que no salga ninguna carga hasta que esté despejado el camino”. “Si señor, yo lo mantengo informado”, etcétera.

Y para pasadas las 15 horas vino la dispersión. Todo terminó. Automóviles y autobuses de los manifestantes tomaron distintas direcciones.

Lázaro Cárdenas retornó a la normalidad. No a la calma, porque el tráfico de carga de salida y entrada al puerto que había estado detenido, reemprendió su accionar.

¿El saldo? Para los manifestantes, haber puesto en jaque, aunque parcial y temporalmente, la fluidez local de la actividad portuaria, industrial y comercial, y haber aprovechado la caja de resonancia nacional y quizás internacional en que se ha convertido Lázaro Cárdenas. Para las autoridades, haber puesto un cerco al fin último de los manifestantes de llevar más lejos su movilización. Para la población, nada, excepto la tensión y el entorpecimiento de su vida cotidiana. -o0o-